Esta aventura llamada medicina comenzó en 1979, cuando crucé el umbral del semestre básico —el famoso Premédico— en un salón inmenso de la Universidad Libre, conocido por todos como Maracaná. Éramos más de 400 aspirantes que, con el corazón inflado de sueños, buscábamos un lugar en ese mundo desconocido. Recuerdo aún la emoción de haber quedado en el tercer lugar en ese grupo multitudinario; fue un primer logro que selló mi compromiso con este llamado.
Pasamos luego al primer semestre, ya solo 150 prospectos de médico, llenos de ilusiones y energías renovadas en 1980. Ese año, el esfuerzo rindió sus frutos y ocupé el primer lugar, lo que me hizo merecedor, no solo del orgullo familiar, sino también de la beca de excelencia académica, privilegio que mantuve durante el segundo y tercer semestre de la carrera, después otros colegas ocuparon esa distinción. Los retos académicos y personales no eran pocos, pero el anhelo de servir y aprender siempre fue más fuerte.
De aquel grupo inicial de 150 estudiantes, solo 31 logramos culminar el
camino de principio a fin, sin perder un solo semestre. Cada uno de los que
llegamos al final lo hicimos marcados por la perseverancia, el sacrificio y la
convicción inquebrantable de que la medicina no es solo una profesión, sino un
arte al que se entrega la vida entera.
En el transcurso de la carrera sucedieron muchos actos que marcaron nuestro discurrir estudiantil, como la huelga de hambre durante el paro estudiantil de 1982, un episodio que nos enseñó sobre la resistencia y el valor de luchar por aquello en lo que creíamos. Esa experiencia, dura y transformadora, nos atrasó en el logro de conquistar con menos tiempo nuestra anhelada graduación, pero también nos unió y nos hizo más fuertes como generación.
El destino mío de ser médico se pudo concretar al culminar mis estudios teóricos en 1984 en la facultad de medicina de la Universidad Libre e iniciar el Internado Rotatorio en 1985, en el Hospital General de Barranquilla.
Finalmente, ese sueño compartido se materializó el 1 de agosto de 1986, fecha que permanece grabada en la memoria de quienes celebramos no solo la culminación de los estudios, sino la victoria colectiva sobre la adversidad.
Un barrio que me dio de comer por varios años y que estoy siempre agradecido con sus gentes, mis vecinos, donde trabajé desde antes que me graduara de médico, fue en Las Nieves desde 1985 hasta 1997 en la calle 24 con la carrera 18, en un consultorio médico al frente del parque de Las Nieves, el sector más popular de esta comunidad.
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