domingo, 24 de noviembre de 2024

PARA QUE NO SE NOS OLVIDE: REMEMBRANZA DE MI VIEJA BARRANQUILLA

PARA QUE NO SE NOS OLVIDE: REMEMBRANZA DE MI VIEJA BARRANQUILLA

En la revista Dominical Latitud del periódico El Heraldo del 17-11-2013 el escritor y poeta Emilio Volpe-Darling  en memoria del siempre laureado periodista Ernesto McCausland Sojo el cual tuve el placer de conocer por intermedio del Periodista Pedro Lara Castiblanco cuando era coordinador de noticias de este periódico, en algunas reuniones sociales, festival de orquesta y en calidad de medico confidente de su males oncológicos que lo aquejaron y lo llevaron a su muerte. Emilio Volpe-Darling no relata una remembranza costumbrista de mi vieja Barranquilla con una calidad literaria simple y practica que nos recuerda los escritos de David Sánchez Juliao y Gabriel García Márquez en nuestro entorno macondiano recorriendo cada uno de los contextos o tópicos que despierta la nostalgia y añoranza de las calles con olor a matarraton y almendras silvestre de mi vieja Barranquilla. 

"Para que nos se nos olvide" debe ser reproducido en todos los medios digitales modernos para que la nuevas generaciones ajenas a estas vivencias se unten del olor y la belleza de la simpleza de los albores de la Barranquilla de los años 50 al 2000, dando entrada a un nuevo siglo en la elite de la ciudades modernas con los cambios que se han producido en estos últimos 24 años, pero donde persisten algunos "destellos" de esa Barranquilla del pasado.

"Es un inventario no numérico, sino sentimental del mundo que se coló en la vidas de varias generaciones, con la impronta de Barranquilla, para dicha de quienes la vivieron y con un brindis, por lo que se conserva" . 

"Las bongas centenarias del Hotel El Prado con sus raíces persiguiéndonos en el ajedrez de sus pisos; el hilo de sangre pálida de la luna sobre los vidrios rotos de la paredilla; y que la cañandonga sabe a chocolate; el ladrido de los perros colgados sobre el desvelo de los portones de zinc...

La tromba marina; la Ñapa; el que parta la papaya; el inolvidable olor a trique  traque en los dedos; el mango biche para 7 en el portón del colegio; febrero con su voz de millo; la muchacha que lava con jabón Tusica su perfume rural; la Varechina en el recién trapeado territorio de la cocina; las banderas rojas de las carnicerías de barrio; la irreverencia de los pea pea; el "Nojoda" cuando en Barranquilla se pensaba en grande; el Castillo de San Antonio de Salgar donde se puede ver en las noche El Ultimo Carnaval; los bolis y su deseo por los labios; el aporte de la cola Postobón al sancocho de la tienda; la extinción de la palabra "próxima"; la palabra "eche" que sirve para decir de todo y también nada; el shhhhh de la cuchilla contra el hielo del raspao en su torre mudejar; el gol de Junior que se oía primero en la ciudad que en el radio; Siete Bocas, un nombre con vocación de mito griego; el silencio de la maicena en los oídos; los ómnibus Volkswagen en el Far West de Las Terrazas; las cayenas en una oreja para el amor de un día; el raspao con su sueño ártico en el ecuador de los sardineles; Edgar Perea con su predica dominical sobre la paternidad; quedarse sin saber donde ponen las garzas;

Plaza de San Nicolás salida de buses para Puerto Colombia

Para leer este importante documento puedes pinchar el siguiente link: ver PDF 

La familia Santo Domingo manejaba las riendas de su imperio económico desde su natal Barranquilla, al ritmo del slogan quizá más famoso del país hasta nuestros días: “Sin igual y siempre igual, de la autoría de Álvaro Cepeda Samudio, autor de la "Casa Grande". Este mito se cayo ver aquí 

Barranquilla, ciudad portuaria donde la necesidad de la novedad todavía gobierna más que cualquier otra ley, entre finales de los años cuarenta y aún hasta principios de los sesenta fue el gran crisol intelectual nacional. 

En Barranquilla la salsa se concentró y difundió gracias a los jóvenes de clase media y sectores populares aburridos del porro de salón, del sonido alegre del merecumbé sin resonancias espirituales sobre ellos.  Un templo sagrado de su génesis fue el estadero La 100. “Barranquillero que goza arrebata'o, barranquillero. Es tiempo de tributar un homenaje sincero, al bailador barranquillero. Por ser este muy singular, pues si sabe disfrutar de la rumba como nadie, y no hay quien le tumbe el plante cuando se trata de gozar”

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